Murmullo incesante

El lenguaje es quien habla, ese murmullo incesante que nos atraviesa y hace gestos, destellos en la oscuridad

domingo, 30 de septiembre de 2012

Lars Von Trier - Melancholia



La Tierra es malvada, un lugar inhóspito.

Justine comprende la imposibilidad de negar la posibilidad de la muerte, de ahí que se vuelva capaz de asumirla con serenidad, frente a su hermana, que intenta desplazar y negar el inevitable final buscando información, mediante un pensar calculador, impotente en el fondo, y frente al esposo de su hermana, quien parecía tenerlo todo controlado, gracias a su espíritu científico. Justine, sin embargo, asume el destino.

Al igual que en las grandes tragedias clásicas, aquí el mal es inevitable, las fuerzas de lo irracional escapan al control de los humanos y ningún Dios sirve como garante del bien supremo. Las modernas metafísicas de la subjetividad y el cientificismo como ideología dominadora de lo ente que las acompaña tampoco sirven de refugio. El ser humano está arrojado en el mundo, a la intemperie, expuesto a acontecimientos que lo superan. Pero, aunque no estemos en casa, aunque ningún Dios creara el universo para nosotros, también es verdad que somos capaces de construir cuevas mágicas. La cueva mágica se plantea como símbolo, y ya sabemos que la ambigüedad es inherente a lo simbólico como tal, porque el sentido de un símbolo excede la figura en que se expresa, está constituido por ambas mitades (figura y conotenido) que, sin embargo, no encajan. En lugar de gastar palabras intentando fijar el sentido de la cueva mágica, que es, de alguna forma, la clave de la película, lo dejaremos flotando en su indeterminación esencial.

Un buen análisis de la película puede verse aquí.

Aristóteles - El conjunto de las cosas

Por de pronto, concebimos al filósofo principalmente como conocedor del conjunto de las cosas, en cuanto es posible, pero sin tener la ciencia de cada una de ellas en particular.
Aristóteles, Metafísica.

Heidegger - La decadencia del lenguaje

Pero la decadencia actual del lenguaje, de la que, un poco tarde, tanto se habla últimamente, no es el fundamento, sino la consecuencia del proceso por el que el lenguaje, bajo el dominio de la metafísica moderna de la subjetividad, va cayendo de modo casi irrefrenable fuera de su elemento. El lenguaje también nos hurta su esencia: ser la casa de la verdad del ser. El lenguaje se abandona a nuestro mero querer y hacer a modo de instrumento de dominación sobre lo ente.
Martin Heidegger, Carta sobre el humanismo

Felipe Martínez Marzoa - Iniciación a la Filosofía

Libro completo aquí. Un libro muy didáctico y a la vez muy riguroso de uno de los grandes.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Andy Warhol - El ser es superficie


Más que un artista superficial, con las connotaciones peyorativas que tal calificativo implica, Warhol es un artista de las superficies que, en lugar de presentar los objetos como símbolos que remiten a un trasfondo de profundidad capaz de dotarles de sentido, como portadores de un significado trascendente, que no reside en ellos mismos, los presenta, melancólicamente quizás, en su visibilidad pura, en un espacio superficial que no se toma como el índice de otro espacio de profundidad. La mirada se ciñe a lo visible, no imagina espacio, no se crea ilusión de profundidad. Superficie puede querer decir falta de profundidad, pero también profundidad puede querer decir falta de superficie. Solo desde una visión metafísica que escinde el ser en apariencias y esencias, y valora estas últimas como la verdad de aquellas, el término superficial se convierte en moralmente condenable. Lo esencial es invisible a los ojos, y por eso no puede aparecer, no se revela, no llega jamás a ser.

Los objetos en la obra de Warhol son banales y están desprovistos del aura que acompaña a lo irrepetible, único, singular, porque, de hecho, el modo de producción capitalista de objetos los produce en serie. Warhol parece limitarse a describir, a presentar, los objetos-mercancía, tal como circulan: series de objetos, que se repiten, desprovistos de su valor de uso. Imágenes que remiten solamente a sí mismas. Jose Luis Brea cifraba la melancolía que, sin duda, impregna las obras de Warhol, en esta reducción del ser a pura apariencia. Un modo específicamente contemporáneo de melancolía que se diferencia de, por ejemplo, la que se da en las obras de De Chirico, en las que aún había una gran carga de profundidad metafísica funcionando como sustrato de sus figuras melancólicas. Warhol ejemplifica el paso decisivo sin el cual no puede entenderse el arte contemporáneo: de un arte de las profundidades se pasa a un arte de las superficies, de un arte de símbolos a un arte de imágenes.

Da la impresión de que la pretensión artística de Warhol fuese la ausencia de toda pretensión, de limitarse a registrar, como el ojo de una cámara, sin juzgar, sin valorar, sin añadir nada, la inmediatez de lo real, consignándolo en imágenes que no ofrecen un consolador suplemento de sentido. Pero en esta inmediatez es lo real mismo lo que parece ausentarse. Lejos de comparecer lo real, en las imágenes descontextualizadas comparece el mundo abstracto de la mercancía, cuyo único sentido es la acumulación. De ahí el coleccionismo de Warhol, coleccionismo de objetos que no estaban destinados al uso. Tal vez sea este uno de los motivos de la melancolía contemporánea. En el mundo autónomo de los objetos-mercancía el ser humano ni siquiera aparece como una mónada romántica. Si parece, aparece como una mercancía más*.

*Tal vez haga una lectura excesivamente marxista. En cualquier caso, no creo que sea la única lectura posible y, por lo tanto, estoy abierto a otro tipo de lecturas

martes, 25 de septiembre de 2012

Eugenio Trías - Voces de lo matricial

Voces de lo matricial. Diálogos con Eugenio Trías.

Félix Duque - Heidegger y la filosofía

Incipit

Que nadie albergue desiertos en su seno, puesto que de lo que se trata es de atravesarlos, de volverlos transitables, de habitar en lo inhóspito, de inventar caminos siempre nuevos, posibilidades inéditas de ser y pensar, con la mirada fija en el resplandor de alguna estrella y el oído atento a su clamor. Siempre es de noche y nunca estamos en casa. El hilo de Ariadna no nos conducirá a ningún fundamento inconmovible, a ninguna certeza, el corazón imperturbable de la verdad bien redonda se ha resquebrajado, se ha roto en mil pedazos. Sin embargo, tal vez se puedan rescatar algunos pedazos y trazar líneas que los unan, dibujar alguna figura, aunque sea provisoria, que les confiera forma y sentido.