Murmullo incesante

El lenguaje es quien habla, ese murmullo incesante que nos atraviesa y hace gestos, destellos en la oscuridad

domingo, 30 de septiembre de 2012

Lars Von Trier - Melancholia



La Tierra es malvada, un lugar inhóspito.

Justine comprende la imposibilidad de negar la posibilidad de la muerte, de ahí que se vuelva capaz de asumirla con serenidad, frente a su hermana, que intenta desplazar y negar el inevitable final buscando información, mediante un pensar calculador, impotente en el fondo, y frente al esposo de su hermana, quien parecía tenerlo todo controlado, gracias a su espíritu científico. Justine, sin embargo, asume el destino.

Al igual que en las grandes tragedias clásicas, aquí el mal es inevitable, las fuerzas de lo irracional escapan al control de los humanos y ningún Dios sirve como garante del bien supremo. Las modernas metafísicas de la subjetividad y el cientificismo como ideología dominadora de lo ente que las acompaña tampoco sirven de refugio. El ser humano está arrojado en el mundo, a la intemperie, expuesto a acontecimientos que lo superan. Pero, aunque no estemos en casa, aunque ningún Dios creara el universo para nosotros, también es verdad que somos capaces de construir cuevas mágicas. La cueva mágica se plantea como símbolo, y ya sabemos que la ambigüedad es inherente a lo simbólico como tal, porque el sentido de un símbolo excede la figura en que se expresa, está constituido por ambas mitades (figura y conotenido) que, sin embargo, no encajan. En lugar de gastar palabras intentando fijar el sentido de la cueva mágica, que es, de alguna forma, la clave de la película, lo dejaremos flotando en su indeterminación esencial.

Un buen análisis de la película puede verse aquí.

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