Murmullo incesante

El lenguaje es quien habla, ese murmullo incesante que nos atraviesa y hace gestos, destellos en la oscuridad

martes, 2 de octubre de 2012

Esencia y existencia, imágenes y lenguaje

En el artículo Apropiacionismo hoy, multiplicación del accidente, Agustín Fernández Mallo escribe una frase muy curiosa. Dice: "presuponer la existencia de una esencia equivale a asumir que es posible el aislamiento de un objeto en un entorno". No estoy de acuerdo, no porque considere posible asumir el aislamiento de un objeto de su entorno, sino porque, por definición, una esencia no existe. Me explico: esencia es un término que se refiere a la pregunta qué es algo. De lo que hace a algo ser ese algo, y no otra cosa, es de lo que decimos que constituye su esencia. La existencia, en tanto realidad efectiva, solo dice de algo que es, la esencia dice qué es. Si pensamos desde estas categorías metafísicas, no podemos sencillamente negar uno de los términos y quedarnos con el otro, porque ambos se implican mutuamente. Podríamos pensar la esencia de algo que aún no ha devenido existente o, al contrario, algo existente que aún no ha alcanzado su esencia, pero, aún así, estaríamos pensando ambos términos refiriendo uno a otro. Otra cuestión es que se conciban las esencias como entes extrañísimos que residen en mundos también extrañísimos, dobles fantasmales de lo que es. La esencia de algo no es otro algo, desde luego.

Otra cosa que me ha llamado la atención es la tesis que sostiene Mallo: que las imágenes están compuestas de palabras, que son lenguaje verbal. Esta tesis, lo confieso, no la entiendo. Una vez destruidas las esencias, que hacen posible que algo sea propiamente lo que es, y no otra cosa, parece, entonces, que cualquier cosa puede ser cualquier cosa. La imagen es lenguaje verbal, por ejemplo. También he de confesar que en este punto mis pelos de normópata se ponen de punta. Desde luego, lo que algo es no necesariamente es algo fijo, inmutable, eterno, cosido en el cielo de los significados ideales, y puede ser muy difícil determinar qué es algo. ¿Qué es la literatura, por ejemplo? Aún así, asumimos siempre, implícitamente, alguna determinación propia de la literatura, aunque sea negativa. Sabemos que una receta médica no es literatura, aunque, obviamente, dentro de un relato o novela podemos incluir una receta médica. Sabemos que una fórmula lógica no es literatura, aunque David Foster Wallace, en un relato magistral, El neón de siempre, incluyese una fórmula lógica. Ni la receta en tanto que receta, ni la lógica en tanto que lógica, son elementos esenciales de la literatura. Las determinaciones concretas de la literatura, o de lo que sea, están sujetas a discusión y cambian con el tiempo, pero la ausencia de la determinación en sí es el caos. O, mejor dicho -es decir, más ajustado a lo que considero la esencia del caos- es la sucesión vertiginosa de determinaciones lo que constituye una situación caótica.

Deleuze definía -de nuevo: determinaba, delimitaba- tanto a la literatura como a la filosofía y a la ciencia por el modo en que se enfrentaban al caos. La literatura extrae figuras, la filosofía conceptos y la ciencia funciones. Solo pedimos un poco de orden para protegernos del caos, escribía Deleuze, no hay cosa que resulte más dolorosa, más angustiante, que un pensamiento que se escapa de sí mismo, que las ideas que huyen, que desaparecen apenas esbozadas, roídas ya por el olvido o precipitadas en otras ideas que tampoco dominamos.

Mi intención no es defender viejas esencias inmóviles, ni afirmar, tautológicamente, que una cosa es lo que es -solo la Justicia es justa, la Belleza bella, etc.- y ya está, solo señalar que entre la monótona afirmación de que algo es lo que es, y la contradicción, algo es lo que no es, a lo que, en el límite, nos conduciría la negación de cualquier determinación propia de algo, que ese entre es el espacio, el campo de juego de los discursos.

PD: No estoy en contra de lo que dice Mallo respecto a las imágenes, porque ni siquiera lo entiendo, así que mal puedo posicionarme en contra, si acaso mi posición es la del asombrado. Mi asombro proviene por una parte de Foucault y por otra de Artaud. En Las palabras y las cosas, Foucault planteaba la relación entre el lenguaje y lo visible como irreductibles uno al otro: "por bien que se diga lo que se ha visto, lo visto no reside jamás en lo que se dice, y por bien que se quiera hacer ver, por medio de imágenes, de metáforas, de comparaciones, lo que se está diciendo, el lugar en el que ellas resplandecen no es el que despliega la vista, sino el que definen las sucesiones de la sintaxis". Con esto no quería decir que fueran incompatibles, pero, desde luego, estaba lejos de considerar que la imagen fuera lenguaje verbal. Artaud, por su parte, decía que "no se trataba de encontrar en el lenguaje visual el equivalente de un lenguaje escrito en el que el lenguaje visual no sería más que una mala traducción". Que conste, por cierto, que no esgrimo a Foucault y a Artaud como instancias de autoridad; solo lo hago para señalar el modo en que concibo las relaciones entre el lenguaje y lo visible y mis dificultades para comprender la tesis de Mallo. Por mucho que me empeñe, para mí las imágenes y las palabras, lo visible y el lenguaje, constituyen dos series diferentes, y por ser diferentes pueden resonar una en la otra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario